SANGUINET

Un pequeño poblado, un lago, algunos restaurantes.
Familias enteras de vacaciones.
Yo estoy solo, aunque en algunas horas una mujer me recibirá
sobre la arena del lago,
entre sus brazos.
Vamos a soñar que somos una familia,
que unos hijos sin rostro nadan y juegan a nuestro lado,
imaginar que una vida así nos espera y es posible.
Yo la imagino aquí, esa vida, antes de encontrarme con la mujer.
Y hay una alerta de tormenta en Sanguinet.
Van a cerrar temprano los almacenes, los bares.
El lago será clausurado hoy
para evitar que los bañistas se ahoguen bajo las olas
de una vez cada ciertos años.
Y yo dudo: ¿me voy o me quedo?
Porque hay tormentas peligrosas que tumban los árboles
y arrancan los techos de las casas.
Empieza a llover y pasan un par de horas.
La tormenta no es en absoluto lo que anunciaban.
Pero yo ya estoy en un bus
a mitad de camino de retorno a mi ciudad de estos días.
Lo cierto es que le temo a las tormentas
y últimamente me comporto como un hombre precavido,
como un hombre de familia.